domingo, 30 de enero de 2011

Cuando la luna se arrojó del cielo

Una noche la luna se sentía sola allá arriba en el cielo, se preguntaba por qué tenía que ser tan importante, tan bella, tan famosa; tanto como para que todo mundo la tratara especial y por ello nunca la llegaran a conocer.
En realidad ella se pensaba sencilla, humilde, bondadosa y alegre pero todo aquel que se refería a ella siempre la etiquetaba con palabras como magnifica, esplendorosa, majestuosa y en un tono regularmente de seriedad absoluta.
Muchos le escribían canciones, le llenaban de poemas, le admiraban y retrataban y pocos muy pocos trataron de alcanzarla sin éxito, y es por esto que ella se sentía sola y sin consuelo pues nadie, ni aquellos que decían amarla verdaderamente la conocían.
Un buen día la luna se fue a bañar al río este era un lugar en dónde ella encontraba paz y a pesar de que no podía sentir el susurro del agua amaba admirar su reflejo tal y como ella lo reconocía limpio, puro y sin rimbombantes adjetivos; ahí conoció a un hombre, él estaba a la orilla de arroyo llorando pero ella temió acercarse y sin mostrarse ella comenzó a hablarle, él sin temor contestaba todo lo que ella preguntaba incluso al no saber de quien se trataba.
A partir de ese día él y la luna se hicieron amigos ella lo escuchaba y muchas veces lo consoló, él la animaba y nunca pedía que se mostrará simplemente confiaba en ella, pero un día él pensó que era tiempo de saber quién estaba detrás de todos estos sentimientos que le provocaba.
La luna renuente a mostrarse brillante como era y con miedo de que él se alejará por verla tan lejana le indicó que aparecería la noche siguiente y que él debía sólo mirar dentro en el río y ella aparecería.
Cuando el hombre vio el reflejo de la luna en agua quedó maravillado y ella sintió felicidad que al fin conocía a alguien que la viera como ella misma pensaba que era y entonces se enamoró de él.
Ellos siguieron hablando todas las noches sin que él nunca mirara al cielo y hasta que ella decidió mostrarse como era tal y con la hermosura y majestuosidad que poseía, pues pensó que él conocía suficiente de su verdeara esencia.
Cuando llegó al lugar de siempre se encontraba emocionada y se se deslizó con la mayor cautela para que el brillo especial que tenía esa noche no fuera a delatar su arribo, ella lo encontró admirando hacia el cielo y le preguntó que le causaba tanto asombro.
El contentó "miro la hermosura de aquellas brillantes estrellas, nunca nada de lo que hay aquí abajo será tan bello como ellas, ni tú ni yo podremos imaginar que especial es ser un de ellas... simplemente no son ordinarias como nosotros"